Entré en el yoga gracias a mi madre cuando era una niña y me ha acompañado a lo largo de los años. A medida que he crecido, he ido descubriendo el verdadero significado de la práctica y todo lo que me aporta. Con Ana he encontrado un refugio para reencontrar mi equilibrio y realizar mi práctica con exigencia pero siempre mimando mi cuerpo y mente. Las clases son ese tiempo irrenunciable que me dedico a mí misma, mi mayor tesoro.